" A veces se quedaba en silencio, y yo me preguntaba que pasaba por su mente. Muchas tardes, antes del lonche, salimos a dar un paseo por su barrio. Rebeca era capaz de maravilla rse mirando la enredadera de una fachada o de acercarse a sentir el aroma de unos jazmines al atardecer . Un día me describió todos los colores azules, morados, grises en el cuello de una paloma que se había parado en un árbol. Si miras cualquier cosa durante mucho rato, te vas a dar cuenta de que es un milagro, me dijo, no sé dónde leí eso. En otra ocasión, caminando por la calle, pateamos una piedra durante varias cuadras. Cuando llegamos a su casa, tomó la piedra y se la guardó en el bolsillo. Un recuerdo de este día, me explicó."
Atardecer, Lozoyuela, Madrid.
Hace 1 semana
Qué bonito...
ResponderEliminarUn saludo, Núria.
Es verdad eso de los milagros cotidianos que pasan frente a nuestros ojos... :)
ResponderEliminarsaludos cordiales
Karlo
Dichosa ella que se contenta con los pequeños placeres de la vida... Ojalá el resto hicieramos lo mismo...
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡
:) y un buen recuerdo, dría yo. Las personas capaces de disfrutar de las cosas sencillas son las que mejor viven
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